Son
pequeños detalles, gestos que individualmente hasta nos hacen gracia porque
consideramos patético que en pleno siglo XXI sobrevivan especímenes humanos
propios del pasado. No somos conscientes de que convivimos con regímenes totalitarios
con absoluta normalidad, que apenas a unos kilómetros de nuestras fronteras los
sátrapas masacran a sus propios pueblos. Gadafi, Asad son la muestra que nos
permitimos criticar, siempre que los intereses comerciales no estén en riesgo,
pero junto a ellos hay decenas de tiranos a quienes les ponemos carita de complicidad
y les tendemos alfombras cuando nos visitan.
Nadie
osa criticar a los jeques y emires que compran o patrocinan nuestros equipos de
futbol, ¿a quien importan los derechos humanos o los derechos de la mujer en el
mundo árabe?, es más, ciudades enteras y aficiones de toda España sueñan con el
milagro de los petrodólares para que su equipo le moje la oreja a los dos
grandes. Yo que soy pielroja he caído también en la tentación y he deseado para
mi atleti los millones manchados de sangre que le bajen la testuz al vikingo.
China,
India y Rusia se han convertido en la novia a cortejar para empresas y estados
de occidente, no importa que el dumping y la ausencia de derechos suponga una
competencia imposible de soportar que nos invita a jugar con sus mismas reglas
y a poner a los trabajadores occidentales a la altura de chinos, indios o rusos:
sin derechos laborales.
Nos
hemos acostumbrado a convivir con actitudes totalitarias con la esperanza de
que a nosotros no nos toquen de cerca, pensando que las graves son cosas de
otros países y las veniales son cosillas de nuestros fachas, muchachitos de
mucha testosterona y poca masa gris.
Yo
mismo ironicé sobre las actitudes fascistas de un alcalde considerándolo el
alcalde más tonto de España, que lo es, pero me preocupa que sus tontunas no
son un hecho aislado, sino que se extienden como reguero de pólvora. Parece que
se ha instalado en el PP una cierta prisa por sacar el animal que llevan dentro
y no dejan de producirse hechos lamentables que vulneran la Ley de Memoria
Histórica. Lo grave es que las instituciones asisten impasibles al espectáculo de
renombrar calles con criminales golpistas, premios a reconocidos fascistas y
llamamientos a honrar a los caídos por dios y por España. Me duele,
francamente, que la llegada de Cospedal haya resucitado a las momias
castellanomanchegas que están prestas a lucir los apolillados uniformes azules.
No
es extraño que en España salga barato ser fascista. En cualquier país civilizado
se considera delito el negacionismo mientras que en el nuestro abundan las
plumillas de extrema derecha publicando libelos que reivindican heroicidades
franquistas y exageran atrocidades republicanas. Los países iberoamericanos nos
dan lecciones a diario de cómo juzgar y condenar los crímenes contra el propio
pueblo y, mientras tanto, nosotros presumimos de transición modélica olvidando
que dejamos en libertad a los culpables y que personajes como Tejero o Armada
viven tranquilos una vejez que pudieron quebrar a millones de españoles.
El
riesgo fascista no es una excepción de nuestro país, aquí de momento son ridículos
pero si les dejamos crecer pasaran a ser asesinos y a provocar las masacres que
ya provocaron en nuestra modélica transición y a competir con el fascista
noruego en quien asesina más gente de izquierda. Una ola fascista recorre
Europa mientras izquierda y derecha moderada estudian cómo reaccionar y de
cuando en cuando se plegan a sus postulados xenófobos.
Hecha
la advertencia recupero la ironía para felicitarme porque nuestros fascistas
son de momento de un patetismo que provoca hilaridad y se contentan con retirar
estatuas y calles a premios nobel o luchadores por la libertad, al tiempo que
las sustituyen por épicas estatuas a Franco, José Antonio o Millán Astray, así,
al menos, las palomas las llenaran de mierda y dejarán a los progresistas en
paz.
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