Mercedes Arancibia
Hoy velaré toda la noche
solo y en silencio
Hoy velaré toda la noche
Mañana matarán a Daniel
Mi camarada.
solo y en silencio
Hoy velaré toda la noche
Mañana matarán a Daniel
Mi camarada.
(Manuel Blanco Chivite. Víspera del fusilamiento, escrito en la noche del
26 al 27 de septiembre de 1975).
El 27 de septiembre
de 1975 la dictadura gastó sus últimas balas en fusilar a cinco militantes
antifranquistas, dos de ETA y tres del FRAP. En cuatro Consejos de Guerra
celebrados ese mismo mes de septiembre en Barcelona, Burgos y dos en Madrid, y
en juicios sumarísimos, se dictaron once penas de muerte de las que cinco se
ejecutaron aquel sábado 27 (las otras seis las conmutaron por penas de
reclusión): a Angel Otaegi le fusilaron en Burgos, al Txiki (Juan Paredes
Manot) en Burgos, y a José Humberto Baena Alonso (el Daniel del poema ), Ramón
García Sanz y José Luis Sánchez Bravo, al lado de Madrid, en Hoyo de
Manzanares. El único paisano autorizado a presenciar la ejecución de estos
tres, el párroco de la localidad, hizo después un escalofriante relato de lo
que presenció: «Además de los oficias y guardias civiles que participaron en
los piquetes, había otros que llegaron en autobuses para jalear las
ejecuciones. Muchos estaban borrachos. Cuando fui a dar la extremaunción a uno
de los fusilados, aún respiraba. Se acercó el teniente del pelotón y le dio el
tiro de gracia, sin dar tiempo a que me separara del cuerpo. La sangre me
salpicó».
El dictador, al que
apenas quedaban dos meses de vida, ignoró como había hecho siempre todas las
peticiones de clemencia (lo mismo que todos los ministros de su gobierno que
aprobaron por unanimidad el fusilamiento) que le transmitieron desde el papa
Pablo VI (que siempre fue tan cómplice de la dictadura) hasta su hermano
Nicolás Franco, pasando por el primer ministro sueco Olof Palme. Los países de
la entonces todavía Comunidad Económica Europea pidieron oficialmente el
indulto de lo once condenados, lo mismo que Naciones Unidas. Hubo protestas
populares en casi todas las capitales europeas, se llegó a asaltar, o intentar
asaltar, embajadas y consulados españoles (la de Lisboa ardió) y en Francia se
boicotearon los intereses españoles. Los gobiernos de Noruega, Reino Unido y
Holanda, llamaron a su embajador en Madrid; en Copenhague, la Alianza Atlántica
hizo una moción de protesta y exhortó a los países a impedir la entrada de
España en el organismo. Luis Echeverría, presidente de México, pidió la
exclusión de España de la ONU, expulsó al embajador español y suspendió todo
contacto con el régimen.
En el País Vasco,
hubo una huelga general, seguida mayoritariamente, en pleno Estado de
Excepción; en diferentes ciudades españolas se multiplicaron paros y protestas.
El clamor mundial contra las ejecuciones no cesaba. El abogado suizo Chistian
Grobet que asistió como observador al consejo de guerra de Txiki, en nombre de
la Federación Internacional de Derechos del Hombre y de la Liga Suiza de
Derechos del Hombre, dijo en su informe del 12 de septiembre: «Jamás el
abajo firmante… ha tenido un impresión tan clara de asistir a un tal simulacro
de proceso, en definitiva a una siniestra farsa…».
La respuesta del
régimen fue convocar una manifestación de adhesión en la madrileña Plaza de
Oriente que el dictador, en muy mal estado físico, presidió acompañado del
entonces príncipe Juan Carlos. Fue la última aparición pública del sátrapa.
Les fusilaron al
alba, rodeados de una soledad incomprensible, sin nadie cerca que pudiera
regalarles una última palabra de aliento, el último beso. Más tarde le puso
música Aute; había escrito la letra en aquellos días tan desolados y con ambas
cosas compuso una canción de amor:
Miles de buitres callados
van extendiendo sus alas
no te destroza amor mío
esta silenciosa danza.
maldito baile de muertos
pólvora de la mañana.
van extendiendo sus alas
no te destroza amor mío
esta silenciosa danza.
maldito baile de muertos
pólvora de la mañana.
Luis Eduardo Aute. Al
Alba. Madrid 1975.
Comentarios
Publicar un comentario
DEJA AQUÍ TU OPINIÓN