“Nuestra Cruzada es la única lucha en la que los ricos que fueron a la guerra salieron más ricos”. Francisco Franco, 21 de agosto de 1942
Franco y Juan Carlos I saludando desde el balcón en la Plaza de oriente |
La historia de España durante el siglo XX es también la historia de un enriquecimiento perpetrado en condiciones excepcionales. Grandes nombres, los poderosos personajes que unieron su fortuna y su destino a la suerte del franquismo, desde el entorno familiar del general Franco y en la cima de su régimen, han sabido adaptarse al sistema democrático, mientras una nueva generación (Aznar, Rato, Trillo Figueroa, Arias-Salgado, Fernández-Cuesta, García Escudero, Calvo-Sotelo, Fernández-Miranda, Cabanillas, Mariscal de Gante... apellidos viejos con rostros jóvenes) se preparaba para ejercer el poder bajo la Monarquía parlamentaria.
Hoy, los últimos March, Koplowitz, Fierro, Fenosa, Coca, Melià... continúan entre las familias más ricas e influyentes de la España del siglo XXI, y comparten el pedestal con otros compañeros de aventura, millonarios emergentes salidos directamente de la política falangista, tradicionalista y tecnocrática, con apellidos tan sonoros como Serrano Suñer, Girón, Cortina, Alcocer, Letona, Carceller, Oriol, Barrera de Irimo, Calviño, Fontana Codina, García Ramal... Todos conforman una clase social “franquista”. Son las "familias" de un régimen político poblado por empresarios de fortuna, falangistas de clase media, funcionarios oportunistas, latifundistas de gatillo fácil, nobles industriosos, altos cargos a la búsqueda de multinacionales, ministros cinegéticos, procuradores en el sentido más literal del término... unidos a la llamada del Dinero, entrenados en la autarquía de la posguerra, para enriquecerse, a partir de 1959, con la llegada del Desarrollo. Capitalismo salvaje, bancos, altas finanzas...
El Régimen del general Franco estuvo al servicio de esta clase social; protegió la iniciativa privada en un momento de extraordinario crecimiento económico, mientras se desencadenaba el éxodo rural y, tras una dura y larga postguerra autárquica, entraban en España las primeras divisas generadas por el turismo, por las remesas de los emigrantes y por el capital extranjero. El franquismo mantuvo un privilegiado sistema fiscal que cargaba todo el peso sobre los consumidores, aprovechó la docilidad obrera provocada por la despolitización y la carencia de sindicatos independientes con capacidad para la negociación colectiva (que no aparecieron hasta finales de los años sesenta), e impidió cualquier crítica pública a la corrupción. En tales condiciones, corrupción y desarrollo son, sin duda, rasgos de un mismo proceso en el que se forjaron las grandes fortunas y se consolidó el capitalismo español.
Con su particular manera de entender la política, Franco siempre tuvo muy claro que el bolsillo y la patria iban indefectiblemente unidos; que, mientras los asuntos de cartera marcharan bien, sus seguidores no conspirarían contra su poder personal, cuyo ejercicio vitalicio era, a fin de cuentas, su único objetivo. Durante casi medio siglo, una clase social "franquista" logró beneficios portentosos gracias a que supo encubrir sus negocios bajo el proteccionismo del poder. "Es imposible historiar por el momento la crónica de este enriquecimiento, al menos si el historiador desea seguir viviendo en España", escribió un afamado sociólogo en 1976.
Los libros "Ricos por la patria" (Plaza y Janés, 2002) , "Los Franco, S.A." (Oberon, 2003) y "Los Banqueros de Franco" (Oberon. 2005) investigan este enriquecimiento, y lo hacen desde la historia, la economía, la crónica social y la política. Su objetivo es la investigación de unos hechos que algunos consideran inconvenientes y que todos tratan de enterrar en el olvido. Para ello, llegaron a un acuerdo no escrito. "El consenso fue una manera de imponer límites y silencios al debate nacional", como reconoció en diciembre de 1988 un ex ministro conservador que actualmente preside una gran multinacional.
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