Manifestación 8M en Madrid |
Ha sido emocionante ver la
movilización internacional de las mujeres este 8 de marzo que, sin duda, pasará
a la historia del feminismo como un punto de inflexión, precedido de un
movimiento de largo recorrido que ha tenido sus últimos acicates en las marchas
de las mujeres norteamericanas contra las políticas del presidente Donald
Trump, así como la más reciente campaña contra el acoso sexual, extendida por
las redes con el lema #MeToo en los EE UU o #NiUnaMenos en Argentina.
La masiva convocatoria
internacional, que abarcaba a unos 170 países, ha contado en España con una
pionera huelga feminista general de 24 horas, convocada por los sindicatos
minoritarios, que independientemente de su seguimiento también marcará un antes
y un después en las luchas de las mujeres en nuestro país. Acertadamente, sin
embargo, los sindicatos mayoritarios convocaron también paros parciales de dos
horas, para que las mujeres y los hombres que sufren precariedad laboral
pudieran sumarse a la protesta y a la reivindicación sin que eso supusiera una
merma considerable de su salario mensual.
Se ha debatido mucho en
los últimos días sobre este extremo, considerando que la situación económica de
las mujeres obreras impide que muchas de ellas puedan permitirse una jornada
completa de huelga laboral, y quizás en lo sucesivo los sindicatos deberían
plantearse esta modalidad de paros parciales para las categorías laborales
inferiores que pudieran acompañar a paros totales para las categorías laborales
superiores. Quizá de esa manera las huelgas generales, sobre todo en contextos
de crisis como el actual, tendrían más seguimiento en un país donde la escasa
afiliación sindical hace difícil que las huelgas generales tengan un masivo
seguimiento, salvo en determinados sectores muy sindicalizados donde se
movilizan piquetes informativos.
Toda mi vida he sido
feminista, como soy ecologista, pacifista, internacionalista, sindicalista, y
en general activista de cualquier causa que considere justa. Y siempre pensé
que la causa de las mujeres era la más importante porque afecta a la mitad del
mundo y porque lleva unos cuantos milenios sobre la faz de la Tierra, justo
desde que en el Neolítico se inventó el patriarcado, como muy bien explicó
Friedrich Engels en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado,
publicado en 1884. Después de leer este libro un par de veces, entendí
perfectamente por qué los hombres, desde antiguo, establecieron lo que ahora
llamamos el “techo de cristal”, que no es otra cosa que la exclusión de la
mujer de los ámbitos directivos de la sociedad: para seguir manteniendo los
conflictos políticos y económicos que tanto beneficio ocasionan a los hombres
poderosos que dirigen las naciones y las corporaciones de todo tipo. Si las
mujeres gobernaran el mundo estoy convencido de que se acabaría el negocio de
la guerra y de la industria armamentística y eso es algo que, simplemente,
algunos poderosos seguirán evitando a toda costa. Y si las mujeres estuvieran
al frente de las grandes organizaciones supranacionales estoy convencido de que
se encontrarían más fácilmente soluciones a los grandes problemas
internacionales. Esta jornada internacional del 8M me ha llevado a recordar
estas reflexiones que llevo haciendo desde que era niño, cuando ya me
interesaba por la política y cuando observaba cómo en mi casa y en las casas de
mis amigos las mujeres se entendían sin discutir y sin gritar apenas, a
diferencia de los hombres, que todo lo resolvían con gritos y puñetazos en las
mesas.
Esta idea, que me lleva
acompañando toda la vida, ha venido hoy de nuevo a mi memoria, pero más que
nunca ha quedado ratificada cuando he observado que en todas las
manifestaciones convocadas no ha habido ningún altercado relevante, ya que de
antemano se presuponía que iban a ser manifestaciones distintas, debido a la
escasa presencia policial. Esa distinción, la pacífica, creo que es, por encima
de todas, la que define a la mujer frente al hombre y no sé si se ha resaltado
lo suficiente en estos días. Quizás a partir de hoy caigamos en la cuenta de
que esa distinción marca la diferencia entre hombres y mujeres, y ése debería
ser el punto de inflexión para que las mujeres vayan ocupando las posiciones
sociales que les corresponden por derecho en la dirigencia del mundo y ojalá, a
partir de hoy, ese punto de inflexión comience por que las mujeres ocupen, al
menos, la mitad de los puestos de responsabilidad política en el mundo entero,
aunque sea mediante la imposición legal de cuotas femeninas. Seguro que el
planeta Tierra lo agradecería y respiraría aliviado para muchísimas
generaciones.
De momento, aquí en España
los partidos políticos y sindicatos que han respaldado, entusiastas, este 8M
deberían ir tomando nota y aplicarse el cuento rápidamente para ver hasta qué
punto están dispuestos a dejar en manos de mujeres las responsabilidades más
altas, incluidas la dirigencia de sus organizaciones. Seguro que el primero que
promocione a una mujer para la presidencia del Gobierno en las próximas
elecciones generales recuperará o incrementará sus apoyos electorales. Y lo
mismo vale para las secretarías generales de los sindicatos o para las
presidencias de las patronales empresariales.
FRANCÍ XAVIER MUÑOZ
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